GRADO QUINTO
LOS SONIDOS DEL SILENCIO
Un rey mandó a su hijo a estudiar a un templo de un gran
maestro con el objetivo de prepararlo para que fuera una
gran persona. Cuando el príncipe llegó al templo, el
maestro lo mandó sólo hacia el bosque.
Tendría que regresar un año después, con la tarea de
describir todos los sonidos del bosque. Cuando el príncipe
regresó al templo al cabo de un año, el maestro le pidió
que describiera todos los sonidos que había podido oír.
Entonces dijo el príncipe: “Maestro, pude oír el canto de los
pájaros, el ruido de las hojas, el revoloteo de los picaflores,
la brisa acariciando las hierbas, el zumbido de las abejas,
el sonido del viento surcando los cielos”. Feliz se
encontraba por que día a día distinguía todos los sonidos
vagos, diferentes a todo lo que había oído antes, y cuanta
más atención prestaba, los sonidos se volvían más claros.
Esos deben ser los sonidos que el maestro quería que
oyera…” Sin prisa, permaneció allí oyendo y oyendo,
pacientemente. Quería estar seguro de que estaba en el
camino correcto. Cuando volvió al templo, el maestro le
preguntó qué más había podido oír.
Paciente y respetuosamente el príncipe le dijo: “Maestro,
cuando presté atención pude oír el inaudible sonido de las
flores abriéndose, el sonido del sol saliendo y calentando
la tierra y el de las hierbas bebiendo el rocío de la
noche…” El maestro sonriendo, asintió con la cabeza en
señal de aprobación, y dijo: “Oír lo inaudible es tener la
calma necesaria para convertirse en una gran persona.
Por que aprendes a oír el corazón de las personas, sus
sentimientos mudos, sus miedos no confesados y sus
quejas silenciosas, una persona puede inspirar confianza
a su alrededor; entender lo que está errado y atender las
reales necesidades de cada uno.